Sobre una base de jazz y sintetizadores, la cantante teje un trabalenguas que guarda bastante significado con las críticas vertidas hacia ella estos meses. “Sé quién soy a donde vaya, nunca se me olvida”, entona a la mitad de Saoko. “Yo soy muy mía, yo me transformo. Una mariposa, yo me transformo”.
El disco Motomami no tiene nada que ver con El mal querer, ni mucho menos con Los Angeles, a excepción quizá de la canción Bulerías, de la que ofreció unos pocos segundos en sus redes sociales. La portada del nuevo proyecto no incluye referencias religiosas, excesos ni tradición, pero de nuevo hay un desnudo. Aunque no es celestial, como aquel de 2018.
En la carátula hay motos y cultura urbana representada mediante los grafitis y los takeos o firmas con boli BIC. Sigue habiendo feminidad y empoderamiento, pero ha roto con el mensaje de El mal querer: “Me contradigo, yo me transformo. Soy todas las cosas, yo me transformo”, canta en Saoko, que es un término latinoamericano que significa ritmo, sabrosura y movimiento. Todo lo que pretende Rosalía con Motomami.