La llegada del nuevo milenio tiene unos sonidos muy específicos pues mientras Britney Spears y Kylie Minogue emanaban brillo a través de su pop chic, el nu metal y el skate punk se abrían paso con la ayuda de agrupaciones como Korn y Blink-182. El ambiente pretendía pasar por futurista, pero la realidad es que entre tanto gel y pantalones anchos, la música más pesada se había quedado atrás en términos de género. Para ese entonces, parecía que las mujeres únicamente tenían cabida en el pop y que el metal era asunto de hombres, pero en 2003 una Amy Lee de 21 años y su agrupación Evanescence emergerían del underground para cambiar las reglas del juego.
A mediados de los 90, Lee conoció a Ben Moody en un campamento cristiano en Little Rock, Arkansas, en donde comenzaron a compartir su gusto por la música. Ambos adolescentes solían reunirse en el garaje de Lee para sus sesiones de improvisación, pero con el tiempo el proyecto de formar una banda fue agarrando cada vez más fuerza. Inicialmente, una prematura Childish Intentions o Stricken se presentaba cada ciertos meses en cafeterías o librerías de la ciudad, cambiando de nombre cada vez que surgía una nueva oportunidad de presentarse.
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