Imaginemos una gran comida familiar. En torno a la mesa larga, todo transcurre dentro de una controlada cordialidad. Hasta que… llega el tío Keith. El pariente incómodo. Estimado, incluso muy respetado por glorias cada vez más lejanas en el tiempo, pero también incomprendido y desafiante. Entra en escena, entonces, el tío y empieza a hacer su show habitual.
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